sábado, 20 de agosto de 2011

Algo en lo que creer.

Dicen que todos creemos en algo, ya se por seguridad o por verdadera devoción, y todas esas creencias convergen en un punto,  todos anhelamos visitar ese espacio mágico que da tangibilidad a nuestra fe. Hay gente que acude al Vaticano, otros acuden a La Meca, y otros, los que sienten la gasolina fluir por sus venas, acuden a un mismo lugar, un lugar donde da igual de donde emane tu creencia, un lugar al que todos son devotos, sin discusión ni traba alguna, y ese lugar es el Nürburgring Nordschleife.


Una pista situada en las entrañas del pueblo de “Nurburgo”, escoltado por su castillo, guardián de creyentes, en las montañas de Eifel, Alemania, considerado como el trazado más agotador y complicado del mundo, apodado por el mítico piloto de F1, Jackie Stewart, como Grüne Hölle o “Infierno Verde”.

El trazado se diseñó por Otto Creutz, y los trabajos se iniciaron el 27 de abril de 1925 con 60 hombres trabajando inicialmente sin descanso, aunque el número total de personas que formaron parte del proceso se estima que fue de 3000 hombres, lo que ayudó a una de las zonas más pobres de Alemania, a remontar la tremenda crisis económica en la que se encontraba sumida tras la primera guerra mundial.


La pista fue concebida, bajo el auspicio del régimen nazi, como una muestra de poder y superioridad de cara al mundo, así como un lugar donde los bólidos alemanes, Mercedes y Auto Unión pudieran probar y desarrollar sus máquinas.

El sueño se hizo realidad en aproximadamente dos años, pues en 1927 se disputó el primer Campeonato Mundial de Motociclismo, en esta pista, el 19 de junio del antedicho año, teniendo lugar su inauguración el día anterior. El trazado contaba con tres secciones, el anillo sur (Sudschleife) de 7,45 km de longitud, un óvalo de 2,24 km y el anillo norte, el mítico Nordschleife de 22,81 km. Cada vuelta a este infierno se erigía en una prueba vital para cada competidor con sus desniveles de más de 300 metros y sus 174 curvas.

Bueno, no es mi intención seguir repasando la historia de esta pista, ni las múltiples competiciones que se han disputado sobre ella, sino que apreciéis la majestuosidad de la obra.

La misma se encuentra abierta al público, y pagando un módico precio, podemos accede  con vehículo y sentirnos como uno de nuestro héroes a lo largo de los 20,8 km que permanecen abiertos e intactos, viajando a la máxima velocidad que nuestro coche y sensatez nos permita, entre árboles, baches y bajadas de hasta el 11% y subidas de hasta el 17% de desnivel.

Además de los múltiples visitantes la pista supone un reto para los grandes superdeportivos y sus pilotos, pues la lucha por alzarse con el mejor tiempo en la pista es un ansiado trofeo que cualquiera de las marcas quiere para sí.
Este tipo de pruebas, para las que evidentemente se cierra la pista, se dividen en cinco zonas o parciales:

-         El primero de 3.850 m.
-         El segundo de 4.235 m.
-         El tercero de 4.825 m.
-         El cuarto 4.846 m.
-         El quinto de 2.844 m.


La vuelta más rápida, actualmente, con un coche de producción, data del 19 de agosto de 2009, dada por Michael Vergers, a bordo de un Radical SR8 LM.
 La bestia en cuestión, pese a que pueda sorprender, es un coche de competición homologado para circular por carretera abierta, por lo que se considera coche de producción. Está equipado con un motor modificado procedente de la Suzuki Hayabusa, que entrega 455 CV, alcanzando las 10.500 rpm, lo que añadido a su peso, 650 kg, lo convierten en todo un aliado para enfrentarse a la tarea.



Pero, pese a lo anterior, el récord de la pista no es este, ya que obviando el registro marcado en 1983 por Stefan Bellof con un coche de competición, en concreto con el Porche 956, el récord del trazado lo ostenta el Pagani Zonda R, si bien, este coche como sabréis no es de producción, es decir,  no es legal circular con él. Pues bien, su tripulante, Marc Basseng fue capaz de parar el crono en 6:47.5 pero sobre los 20.832 metros, es decir, 200 metros más que el Radical. La máquina en cuestión se va hasta la tonelada de peso pero está equipada con 740 Cv. Y sin más dilación aquí tenéis la proeza:




Así pues, lo dicho, no es un trazado al uso, en el que solo los profesionales puedan competir, sino que cualquier creyente de la religión de la velocidad puede enfrentarse al mayor desafío imaginable, la magia del infierno verde, el paraje que realiza la mezcolanza perfecta entre asfalto, y naturaleza, entre devoción y terror, entre el ateismo y el monoteísmo.


Sergio.

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