Divina locura imagino que la
calificaran muchos de los aficionados a la Fórmula 1 a tenor de las cinco
pruebas disputadas en la presente temporada, donde la serpiente multicolor,
permítaseme el símil ciclista, no guarda ningún tipo de lógica. Cinco pruebas,
cinco ganadores, cinco escuderías diferentes, con una cantidad de
adelantamientos cuasi infinita y una clasificación en el campeonato que no
podría estar más ajustada, donde parece, al menos de momento, que prima la
regularidad a la velocidad.
No sé si esto es bueno o malo,
posiblemente bueno para el espectáculo, pero quizá, para los que pensamos que
la fórmula 1 es más que un espectáculo no nos acabe de gustar lo que estamos
viendo este año, si bien, no pretendemos en este artículo encaminarnos hacia
esta cuestión, sino dar un poquito de luz, en la medida de lo posible, y
siempre so pena de caer en error, del por qué, de éste caos.
Explicándolo de la forma más
sencilla posible, y pidiendo perdón de antemano por lo rudimentario de la
explicación, un fórmula 1 se sustenta, o debe su agarre, por una parte a todo
el sistema de suspensiones, que se transmite al asfalto mediante los
neumáticos, lo que podríamos denominar como agarre mecánico y por otro lado,
por todos los alerones y apéndices que podemos ver en los chasis de los
monoplazas y en su fondo plano, lo que denominaríamos como agarre aerodinámico.
Este segundo punto es el que
venía primando éstas últimas temporadas, pero desde hace un par de ellas, tras
la supresión de los dobles difusores y de los escapes/ difusores soplados para
la presente campaña, el agarre mecánico ha crecido exponencialmente en cuanto a
importancia.
A lo anterior se ha de añadir que
los neumáticos Pirelli, tienen un grado de degradación considerable, tal y como
se le exigió a la marca, y lo que es más importante aún, tienen un período de
eficiencia o eficacia bastante reducido, y la caída de prestaciones deviene sin
previo aviso en muchas ocasiones y de forma radical.
Si mezclamos los dos argumentos
anteriores obtendremos nuestra respuesta.
Como bien sabemos para que un
Fórmula 1 sea eficiente, o mejor dicho, sus componentes aerodinámicos lo sean,
ha de rodar “con aire limpio”, es decir, sin ningún coche delante, puesto que
en ese caso el vehículo pierde eficacia aerodinámica y el agarre se trasvasa exponencialmente
de la parte aerodinámica a la mecánica, es decir, a los neumáticos. Dado el grado de “delicadeza” de los Pirelli,
al rodar en estas condiciones durante unas cuantas vueltas, su degradación se
dispara y su rendimiento cae, de hecho, que mejor prueba que en el pasado fin
de semana, en el gran premio de España, cuando después de la última parada en
boxes Fernando Alonso le estaba recortando tiempo a Pastor Maldonado a un ritmo considerable
hasta que llegó a su cola y tras un par de vueltas sin poder adelantar al
piloto venezolano, sus neumáticos le hicieron perder segundos de forma crítica,
hasta el punto de que a punto estuvo de costarle el segundo puesto.
Si quieren otro ejemplo, el Red Bull
de Vettel ganó el pasado GP de Bahréin
sacándole a Fernando Alonso 58 segundos,
mientras que en la prueba siguiente, la diferencia se fue hasta los 67 segundos
a favor del español, si bien, el piloto alemán perdió unos 15 debido a una
penalización. Es evidente que las diferencias entre ambos coches no han variado
tanto de un GP a otro, simplemente es la diferencia entre rodar con tráfico y
rodar con pista libre.
Así pues, este año, la
clasificación cobra mayor importancia todavía, puesto que al montarse en
carrera los “trenecitos”, los neumáticos se convierten en incontrolables y sus
prestaciones en irregulares, lo que dificulta la tarea de los ingenieros, y
hace que las estrategias en boxes y el
entendimiento del comportamiento de las gomas sean claves durante esta
temporada.
Sergio.