Dado que ahora no hay mucho movimiento en el mundo de las
cuatro ruedas, de vez en cuando intentaremos animar la espera con alguna que
otra historia acaecida en el mundo de la competición, y para ello empezamos con
una curiosa historia, que podríamos llamar como, “El Mercedes Volador”.
Corrían los años finales de la década de los noventa y
Mercedes tenía en su cabeza convertir una de sus criaturas en ganadora de las
24 horas de Le Mans, para lo cual decidió delegar la creación de la misma en
AMG, con la idea inicial de crear un vehículo para competir en el campeonato
FIA GT, y una vez lograda la base , dar el salto a la categoría reina en la
prueba de resistencia más famosa del mundo.
El modelo del que partiría el desarrollo sería el Mercedes CLK,
que fue adaptado para competir con la denominación GTR con la cual se alzaron
con varias victorias en el año 1997, logrando incluso con el título de
constructores en ese, su primer año.
Pero al año siguiente empezaron a centrarse en su verdadero
objetivo, y para el mismo dieron forma a la evolución del GTR, pasando a crear
el Mercedes CLK LM, apodado, para su pesar, como el Mercedes Volador.
Mercedes desembarcaba en aquel junio de 99 en Le Mans, en el
circuito de La Sarthe, con tres bólidos y una única idea en mente, lograr el
triunfo, pero nada más dejos de la realidad, aquello a punto estuvo de acabar
en tragedia.
En la sesión nocturna de clasificación del jueves, el
Mercedes número 4, pilotado por el australiano, Mark Webber, sí, el de las
bebidas energéticas, despegó a modo de cohete espacial y salió volando,
literalmente, en plena recta a más de 300 km/h. Afortunadamente, todo quedó en
un susto, pero las alarmas saltaron en la marca de la estrella.
El coche fue reparado, pero mejor hubiese sido que no, pues
en el Warm up, de nuevo el coche del piloto australiano despegó de la pista y
se empecinó en buscar la vía láctea. Esta vez sí, si bien el piloto salió ileso
no se pudo reparar el coche a tiempo.
Norbert Haug, máximo responsable de la escudería mando
cambiar las configuraciones de los otros dos coches añadiendo la máxima carga
aerodinámica posible en la parte delantera del vehículo, para intentar que
estos no despegaran, así como ordenó a sus pilotos no rodar a poca distancia de
otro coche en las largas rectas del circuito francés.
Aquello fue inútil, en la cuarta hora de carrera, el coche
pilotado por Peter Dumbreck volvió a intentar abrazar el cielo. Fin de la carrera
para él, y para el otro Mercedes, que
fue inmediatamente llamado a boxes para poner fin a aquella locura.
Evidentemente esto no se debió a errores en la configuración
del coche, sino a un gravísimo fallo de diseño del Mercedes CLK LM, que al
colocarse tras otro coche y sufrir turbulencias alzaba el morro del vehículo y
daba al traste con el efecto suelo.
Esa carrera fue la última para el bólido de la estrella,
pues aquella hecatombe puso fin al programa deportivo de Mercedes en la
categoría.
Sergio.
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