Nunca fui persona de ídolos o de
profesar una excesiva admiración hacía otros hasta el extremo de lo que se puede considerar
como un “fan”, pero si para con alguien rompí desde bien joven mi norma fue con
Michael Schumacher.
Imagino que al fin y a la postre no fue más
que una cadena de circunstancias lo que hizo despertar mi admiración por tan
genial piloto, pues al empezar a seguir la Fórmula 1 con apenas 7 años siempre
me decanté por aquellos bólidos rojos de la marca Ferrari. El hecho de que en
1996 el por aquel entonces bicampeón del mundo fuera a la marca de Maranello haciendo
que el equipo resurgiera de sus cenizas y luchara por las posiciones delanteras,
azuzó más si cabe mi pasión y mi admiración por aquél alemán.
Con los años, y viendo como su
grandeza se acrecentaba con paso firme, fui leyendo y leyendo sobre las
heroicidades del piloto número uno de Ferrari ,y mi deseo y fervor por
contemplar, uno tras otro de sus triunfos, ni tan siquiera me dejaban ver el
calvario al que sometió durante cinco temporadas al resto de mortales que veían
cada domingo ganar al mismo coche gran premio tras gran premio.
La verdad es
que sí, admiraba a aquel Ferrari número 1 y el hombre que lo pilotaba, y puedo
decir que es el único ídolo que he tenido.
Recuerdo defenderlo hasta la
extenuación en el complicado 2005 y golpear el sofá de rabia cuando su motor
dijo basta en el GP de Japón de 2006 brindándole el segundo mundial al por
aquél entonces jovencísimo piloto asturiano que hoy pilota en Ferrari Fernando
Alonso. Y también recuerdo emocionarme en aquel mes de Septiembre de ese mismo
año cuando en Monza anunció su retirada.
Era su hora, lo había logrado
todo y aunque no se pudo retirar ganando el Mundial, marchó del circo luchando
como él siempre había hecho, con la cabeza bien alta y el cuchillo entre los
dientes.
Ciertamente en los años
posteriores siempre lo eché de menos y añoraba no ver su nombre en la
infografía de la Televisión. Mi pasión por este magnífico deporte seguía
intacta pero sentía que algo me faltaba.
Pues bien, llegó 2010 y el Kaiser
no pudo contener sus ganas por seguir corriendo. Una vez desvinculado de
Ferrari y de la mano de Ross Brawn decidió volver a su reino, pero esta vez, el
rey, se encontró en medio de una república.
Las comparaciones son odiosas,
pero si vemos sus números en estas dos campañas pasadas, su permanencia en la
Fórmula 1 se debería encontrar más que entredicho, máxime viendo los de su
compañero de equipo, Rosberg, que sin ser ningún superclase ha vapuleado a su compatriota
de forma sistemática.
Errores, enfados y retiradas se
han sucedido en estos dos años y medio, desde que el heptacampeón del mundo
volviera, y bueno, en su defensa decir
que este año la fortuna no le anda de cara, pues algún destello ha dejado por
el camino.
Pero en una Fórmula 1 donde los
equipos más pequeños se tienen que conformar con pilotos mediocres que aporten
dinero, alguien como Mercedes debería de dar la oportunidad a jóvenes talentos
y con verdadera proyección, sin ir más lejos que echen una mirada a Force
India.
Siempre recordaré la de horas y
horas que me he pasado viendo a aquél magnífico coche rojo cabalgar hacia la
victoria con Michael Schumacher cual jinete impertérrito aplastando a sus
rivales hacía la victoria, superando las adversidades físicas y emocionales,
ganando al volver tras superar una fractura de pierna y ganando al día
siguiente de enterrar a su madre, y nada de lo que pase hará que su recuerdo se
difumine o que mi admiración decaiga, pero una retirada a tiempo puede ser una
victoria, y en 2006 lo cumplió.
En mi humilde opinión debería recordar quién
es, un ganador, nunca jamás debería de haber dejado que algo distinto figurara
en su leyenda, no obstante, gracias por aquello, hoy y siempre.
Sergio.
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